Según el Diccionario del Instituto de estudios catalanes, profecía significa “cosa que se predice basándose en los propios conocimientos, en la experiencia, en una sospecha, etc. Por otro lado, una predicción se hace, pero no tiene por qué ser cierta, al menos al principio, pero son nuestros actos los que la convierte en auténtica. Se cumple al actuar como si fuera real, pero es nuestra conducta la que nos encamina a que el hecho se haga realidad. En definitiva, que una firme creencia influirá tanto en nuestras reacciones, que actuaremos como si ya fuera verdad, lo cual provocará que se cumpla casi irremediablemente.
Ejemplos de profecías autocumplidas son caerte cuando, al pasar por la orilla de un río, caminas pensando “¡Aix que me caeré!”; cuando unos celos infundados y los miedos hacen fracasar una relación; quedar-se en blanco ante un examen porque puedes asegurar que no recordarás nada… Todas estas son situaciones provocadas por tus propios miedos y que, lo más probable, es que, si no hubieras estado pensando en la fatalidad, no hubiera ocurrido. Si te fijas, todas estas situaciones dependían de ti, de tu comportamiento, actitud, pensamientos y actos. Andar con inseguridad es lo que te ha hecho resbalar y caer, agobiar a tu pareja con tus celos infundados es lo que ha hecho que fracase la relación, y los nervios que te generabas antes del examen han provocado que te quedaras en blanco.
Una pareja al sofá. Ella piensa que él está muy serio y tiene miedo de que tenga otra chica rondándole por su mente. Él, que el Barça ha perdido el partido.
Ella: Estás muy callado… ¿Estás enfadado?
Él: No, no… ¡Qué va!
Ella: Pues, tú dirás lo que quieras, ¡pero yo no te veo bien!
Él: ¡No vida! ¡De verdad!
Ella: Pues yo creo que me estás engañando y estás enfadado por algo…
Él: ¡Que de verdad que no…!
Ella: ¡Me estás mintiendo!
Él: ¡¡Coll… QUE NO!! ¡QUÉ ME ESTÁS PONIENDO DE MAL HUMOR!
Ella: ¿Ves cómo estás enfadado?
¿Qué quiero dar a entender con esto? Que para que la profecía autocumplida se haga realidad, los acontecimientos tenemos que controlarlos nosotros, tienen que estar en nuestras manos. No podemos conseguir que nos toque la lotería por mucho que pensamos “me tocará, me tocará”, de la misma forma que tampoco conseguiremos que otro se caiga en el río por mucho que lo deseamos y nos repetimos “se caerá, se caerá”. Cualquier acierto que se produzca, y que no dependa de nosotros, tan solo es azar, pero no es profecía autocumplida.
Todo ello va muy relacionado con otro concepto: la falacia del adivino. Cada vez que se cumple lo que creías adivinar, sesgas y recuerdas solo eso, olvidando y obviando las veces que no has acertado, y lo que se está produciendo es la falacia o el error del adivino, es decir, nos creemos adivinos porque aquello que estábamos seguros que pasaría ha pasado.
Partido Barça Madrid visto por un seguidor del Barça (para seguir el mismo hilo…):
– Ufff! ¡Hoy perdemos!
Finalmente, el Barça pierde. (Esto no se una profecía autocumplida, al menos no lo hemos provocado nosotros, a no ser que seáis el entrenador a algún jugador…)
– ¿Ves? ¡Ya te lo decía yo! ¿A que lo decía, Mertxe?! ¿A que lo decía?!
– Sí, vida… ¡Lo dices en todos los partidos! – pero él no lo recuerda. Solo recuerda la predicción de hoy y, esto, “lo autoconvierte en un adivino”, ¡o se produce… la falacia del adivino!