Existen otras muchas frases tipos “Wonderful” todavía más profundas o, que al menos, intentan serlo: “Si la vida te da limones, haz limonada”, “Deja de darle vueltas a todo y sonríe”, “No se trata de dónde eres sino de donde quieres llegar” … Y así, un montón. No es que me parezcan mal, son muy buenas para una libreta o la taza del café. El problema es cuando las usan los pseudopsicólogos pensándose que están haciendo la gran terapia intentando sacar hierro a todo aquello que puede ser un gran problema de salud mental.
Ahora se ha puesto muy de moda todo lo que sea referirse a la autoestima, la inseguridad, aprender a estar solos…, como si, solucionando estos aspectos, se acabaran los problemas, o como si éstos fueran los grandes y únicos problemas. Porque es lo que nos quieren hacer creer: que esto es lo más importante y que es, precisamente, lo que nos falta.
Es impresionante la gran cantidad de pacientes que llegan a la consulta, especialmente adolescentes, porque están convencidos de no tener autoestima, de ser inseguros, de no saber estar solos y de no tener asertividad. Sí… Asertividad, empatía, procrastinar: palabras de moda que, mal utilizadas o en boca del intrusismo profesional, hacen más mal que bien.
En primer lugar, la mayoría tenemos una buena autoestima, somos seguros en muchos aspectos y en otros no – ¡como todo el mundo! -, y no tenemos ninguna necesidad de estar solos ni de aprender a estar solos. ¡Qué no somos tigres siberianos! ¡Qué somos personas! Y las personas, y los adolescentes todavía más, necesitamos nuestro grupo de iguales, somos tribales. Y si alguien se encuentra solo, que busque otras soluciones que no sea aprender a estar solo. Pero ha llegado un punto que, por ignorancia, se está confundiendo la dependencia – y la estimación comporta cierta dependencia -, con un trastorno de dependencia o con un no saber estar solo de vez en cuando. Y tanta confusión, nos confunde a nosotros…
Y aquí empieza la gran confusión entre el “cómo nos sentimos” y “el cómo nos dicen que deberíamos sentirnos”. Y es esto, estas falsas creencias que algunos nos intentan inculcar, lo que provoca es que, en muchas ocasiones, se empeore en lugar de mejorar.
He visto anuncios en Instagram de cursos como “Aprende psicoterapia” o “Cimientos de Terapia Cognitivo-Conductual” en quince días por 14,99 €. ¡No sé por qué he estudiado tanto yo! ¿De qué me sirve mi Licenciatura, mi especialidad en Clínica, mis cinco másteres o los años de experiencia si lo podría haber hecho todo en un mes por no llega a 15 €?!! Pero lo peor de todo, no es que se ofrezcan cursos como éste, sino que alguien los hará ¡e intentará ejercer de psicólogo! O no… Todavía peor: incluso tendrá clientes a los que, posiblemente, llamará pacientes. Por no hablar ya de la cantidad de profesiones (profesorado, peluquería, tiendas… con todos mis respetos hacia todos ellos) que se autodenominan psicólogos. Me parece indignante el punto a que está llegando la banalización de la Psicología en unos momentos en que, precisamente, la salud mental es tan preocupante.
La Psicología no es saber escuchar empáticamente, que está muy bien…, pero no es eso. “Tener Psicología” no es tener sentido común. Ser psicólog@ no es dar consejos gratuitos y fáciles sobre el que otro tendría que hacer. Los Psicólog@s, no somos los curas de antes. La Psicología es mucho más que todo esto y, si alguien se encuentra mal, le aconsejo muy encarecidamente que se ponga en manos de un auténtico profesional.
Con la Salud Mental (¡en mayúsculas!) no se juega.