Generalmente, cuando a la gente se le pregunta cuál cree que es el principal motivo de generación de estrés, la primera opción suele ser la falta tiempo, y entendemos por pérdida de tiempo el mal uso que se hace de este recurso.
El tiempo es un recurso atípico por sus propias características, y es un concepto, una construcción, creada por los seres humanos mediante una definición, es decir, no existe como entidad propia, pero que tiene unas características que lo hacen muy especial:
• Es atípico, porque no se puede almacenar como tal (¡solo almacenamos años!).
• Es equitativo, porque todos tenemos el mismo tiempo, en el sentido que el día tiene veinticuatro horas para todo el mundo.
• Es inelástico, porque el tiempo es el que hay, y no se puede alargar, ahorrar ni prestar. ¡Quizás por eso uno de los deseos más anhelados de los humanos es viajar en el tiempo y poder volver al pasado!
• Es indispensable para realizar cualquier actividad humana y, acabado el tiempo… ¡se acaba lo que se acabe!
• Es insustituible, no existe ningún otro recurso que podamos utilizar a cambio de tiempo.
• Es inexorable porque no podemos evitarlo, ni cambiar la trayectoria. Sí lo que sucede en el tiempo, pero nunca su trayectoria.
Así pues, lo único que podemos hacer es aprovecharlo al máximo. Y cuando digo aprovecharlo al máximo no me estoy refiriendo a hacer muchas cosas, cada cual que haga las que quiera…, sino a disfrutarlo al máximo.
Hay una frase que oímos diariamente un montón de veces. Bueno… no solo lo escuchamos, posiblemente nos la repetimos nosotros mismos: “¡No tengo tiempo!” Cada vez que un paciente me lo dice, yo le contesto lo mismo: “Tengo el mismo tiempo que todo el mundo: veinticuatro horas en el día”. Y es que el problema no radica a no tener tiempo, sino en prioridades. Damos prioridad a una serie de cosas que, posiblemente, no son las que en realidad queremos y, erróneamente, pensamos que no lo podemos cambiar. No vale aquello de “no tengo tiempo de ir al gimnasio porque llego a casa muy tarde”. No vas al gimnasio porque prefieres quedarte a casa. Cómo he dicho, todo es cuestión de prioridades.
Por otro lado, también la actitud juega un papel importantísimo en cómo afrontamos y percibimos nuestra actividad diaria. Si nos damos continuamente el mensaje de “no tengo tiempo” solo conseguiremos angustiarnos más y vivir lo que estamos haciendo, o lo que todavía nos queda para hacer, de una forma negativa. Hoy en día es habitual llevar una vida demasiada acelerada y queremos hacer, o hacemos, muchas actividades. Aun así, no es ésta la percepción que tenemos porque lo que pensamos es todo el contrario, es “no tengo tiempo”.
Si queréis comprobarlo e intentar cambiarlo, solo hace falta que hagáis un sencillo ejercicio. Apuntad durante el día todas las actividades que habéis hecho y veréis como habéis hecho muchas más de las que pensabais. Ahora bien, y aquí viene lo más importante… ¿habéis hecho realmente lo que queríais hacer? Y, más importante todavía, ¿era realmente imprescindible haber hecho lo que habéis hecho?