Mertxe Fernandez

Ser o estar, What’s the question!

Creo que es muy importante saber diferenciar entre el ser y el estar, puesto que nosotros tenemos la suerte que nuestro idioma nos lo permite. El verbo ser hace referencia a la esencia, a la naturaleza, pero el verbo estar expresa una situación, un estado o condición.

Relacionado con este aspecto, hay otras dos termas que quiero definir antes de entrar en materia: temperamento y carácter. El temperamento es la forma básica como un individuo se enfrenta y reacciona ante una situación determinada y depende de la constitución fisiológica, es decir, su componente es genético. Por otro lado, el carácter es el conjunto de marcas psíquicas que dan la individualidad a un sujeto y que está relacionado, influenciado y modificado por la educación y el trabajo de la voluntad, y consolidado por el hábito.

Y, en tercer lugar, hablaremos del agua. Antes de continuar leyendo contestad una pregunta: ¿Qué es el agua? Respuesta fácil, no hay que darle vueltas. No es una pregunta trampa.

Felicidades a todos aquellos que habéis contestado H₂O. Porque esta es la esencia del agua. Siempre la misma: dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno. Siempre H₂O. Si pierde o gana alguna molécula, dejará de ser agua.

Aun así, muchos de vosotros habréis contestado que el agua es un líquido, pero no. Líquido es el estado natural del agua, pero no el agua. Es decir, en condiciones normales, su estado es líquido. A bajas temperaturas o alta presión, pasará a ser sólido, el hielo. Si la presión disminuye o la temperatura aumenta, se evaporará y tendremos vapor. Incluso existe un tercer estado, el plasma. Es decir, que la misma sustancia, la misma esencia, presenta cuatro estados diferentes dependiendo de las condiciones.

Y ahora os preguntaréis: ¿qué tiene que ver todo esto? ¡Pues que a nosotros nos pasa exactamente lo mismo! Bueno… no nos evaporamos, ni nos licuamos, pero somos lo qué somos y, en ocasiones, actuamos de una forma u otra dependiente de las circunstancias. Para hacer la analogía con el ejemplo del agua, su composición sería el temperamento, y el ambiente al que está sometido compondría a su carácter.

Cuando nos encontramos anímicamente mal, especialmente cuando ya hace un tiempo que nuestro estado de ánimo es bajo, apático o existe una depresión o una distimia (estado depresivo no tan intenso y más prolongado en el tiempo), tenemos tendencia a pensar que ya no somos los que éramos. Pero esto no exactamente así, y con estos pensamientos lo único que conseguiréis es desanimaros y hundiros porque os estáis transmitiendo un mensaje negativo que, además, os lo acabaréis creyendo. Vosotros continuáis siendo los mismos. ¡Sois los mismos, pero no estáis igual! Porque las condiciones, o como os afectan estas condicionas, ya sea las vuestras propias o las que os rodean, han cambiado. Pero, si todo va bien, con o sin ayuda, cuando las condiciones vuelvan a ser favorables, bien porque vuelven a cambiar o porque os adaptáis o aceptáis los cambios, vosotros también volveréis a ser los mismos. Y, posiblemente, no solo eso, sino que gracias a lo que conocemos como resiliencia, saldréis fortalecidos de esta situación porque tenemos la tendencia – cuando nos encontramos bien y se han superado las adversidades -, de recordar todo aquello que nos es bueno, a obviar lo que no nos es adaptativo, y salimos adelante. Digamos que los sujetos estamos preparados para, tipo Ave Fénix, superar duelos, adversidades, contratiempos…

Ahora bien, para acabar – y los que me leéis ya sabéis que estoy totalmente en contra de la “psicología positiva de mentira” ¡que solo es buena por las tasas de almuerzo y las tapas de libreta! – advertir que pasar de un estado a otra no siempre es fácil y lo podemos hacer solos, sino que, en ocasiones, resulta doloroso y complicado. Que no es cuestión de: “no te preocupes, ahora estás, pero no eres” y ¡listos!  Así que, si os está siendo complicado, no dudéis en pedir ayuda a un/a profesional de la Salud Mental.

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