La mayoría de los niños, en algún momento de sus vidas, pide una mascota y, entre ellas, el perro es de las favoritas. Y, además, es muy recomendable: es un apoyo emocional, favorece las relaciones sociales, ayuda a aprender responsabilidades, acariciarle produce oxitocina y eleva el estado de ánimo, es un compañero de vida.
Pero un perro no es un juguete. Un perro es un ser vivo que siente, que sufre, que quiere, que añora, que disfruta, que se alegra, que llora. Un perro es un ser sintiente. Y aunque un cachorro es adorable, no es oro todo lo que reluce. Un perro es, o debería ser, un miembro más de la familia.
Un cachorro llora, ladra, protesta, rompe, muerde, destroza, juega, pero, sobre todo, crece! Y ¿qué pasa cuando el perrito ya no es una novedad y pasa a ser, únicamente, una obligación? Son los padres quienes deben hacerse cargo de él, y es de las primeras cosas que deberían tener en cuenta. Casi nunca es cierto aquello de: “nos ha prometido que se va a responsabilizar de él”, porque no tiene la capacidad suficiente ni para hacerse cargo de él, ni va a cumplir lo que promete, y eso… los padres lo saben bien.
Un perro necesita que se ocupen de su alimentación, debe tener agua fresca y limpia de a su total disposición, debe tener un alojamiento para su descanso, debe tener facilidad de movimiento. Debemos ocuparnos de su salud, vacunas, revisiones y visitas al veterinario; de su higiene, cepillado, y lavado cada cierto tiempo; de recoger sus excrementos y limpiar su zona de alojamiento (entre otras zonas…). Debemos ocuparnos de proporcionarle un estado emocional positivo, dedicarle tiempo y cariño. Es un animalito que está a nuestro cargo y que no puede cuidarse por sí solo. Debemos jugar con él, pasearlo tres veces al día y , a ser posible, que interaccione con otros animales y que tenga una expresión del comportamiento social adecuado… En definitiva, debemos comprometernos con su bienestar y salud tanto a nivel físico como emocional. Y, debería holgar decirlo, pero no está de más, nunca debe ser maltratarlo ni causarle daño intencionado bajo ningún concepto. Se debe adiestrar con cariño, no con violencia, y con mucha, mucha paciencia. Y, ¿de verdad cree alguien que un niño es capaz de comprometerse y cumplir todo esto?
¡Cuántos “juguetes” se adquirieron durante la época del COVID solo como excusa para poder salir a pasear o para distraer a los hijos! ¡Y cuánto se han llenado las protectoras de perritos abandonados, ya adultos o incluso seniors que ya no quieren! ¡Eso es muy cruel! Y opino que cualquier persona (por llamarlos de algún modo) que abandone un animal, debería quedar incapacitado de por vida para tener cualquier otro ser vivo a su cargo!
Un perro da todo su amor de forma incondicional: ¡a cambio de nada! Se merece lo mismo. Y quien no esté dispuesto a darle ese tiempo y dedicación que él necesita, sencillamente, que no lo tenga.